El país de los profetas
- José María Suárez Quintanilla
- Director de RCOE
Hace más de treinta años que un reconocido cirujano maxilofacial afirmó sin pudor, en un foro público, que “un odontólogo con un bisturí en la mano, representaba un claro peligro público”.
Unos años antes, otro rancio profesor universitario, cuyos pensamientos no solían visitar el lóbulo frontal, afirmó que “la Odontología nunca alcanzaría la calidad técnica y científica de la Estomatología”.
Hace pocas semanas y cerrando el círculo de los despropósitos, la Sociedad Española de Medicina Estética declaraba, con altas dosis de atrevimiento, que “la oferta terapéutica de los odontólogos descartaba cualquier tipo de actuación en medicina estética, debiendo ceñirse a la promoción de la salud bucodental”.
Lo peor de los falsos profetas es que actúan bajo la tiranía del miedo, intentan confundir con engaños a la población y saben, de manera cierta, que nunca han sido bendecidos por el Señor con el don de la inteligencia.
Las competencias de la Odontología han sido, hasta hoy, consecuencia del imparable desarrollo científico y técnico que nuestra profesión ha alcanzado en estos últimos años, y han sido los distintos ministerios competentes, las universidades, las sociedades científicas, la Agencia Española del Medicamento y el Consejo General de Dentistas, los encargados de validar cada una de nuestras conquistas terapéuticas.
Realizar declaraciones intempestivas, alejadas de la realidad, con una clara intencionalidad económica de limitar la competencia y dirigidas hacia otra área de conocimiento que no es la propia, no pueden ser tomadas en serio, salvo que sus autores desearan difundir a los cuatro vientos el delirante contenido de una falsa profecía.